Libros y cómic

ENTRE COLORES PASTEL

Sangre, salitre y caos: Emma Ríos dibuja el nuevo fin del mundo en 'Anzuelo'

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VALÈNCIA. Cuando se cierra una puerta se abre una ventana, y con cualquier final llega la oportunidad de empezar de cero. En el mundo que genera la artista Emma Ríos en Anzuelo (Astiberri) todo es posible, siempre y cuando le sirva para dar forma a su relato. En este se centra en un mundo que termina y otro que comienza, fundado sobre las bases y criterio de tres niños protagonistas: Número, Lucio e Izma, que se tienen que hacer adultos en base a una tragedia. 

Entre las mareas de su mundo pintadas con acuarelas Ríos cuenta una historia postapocalíptica en la que se reflexiona sobre la acción a través de la no-violencia. Para ello pinta color rosa pastel atardecer y verde agua un universo en el que siempre hay espacio para la reflexión y en el que nace una nueva sociedad. 

 

“Tenía claro que quería generar algo extraño desde el principio. Un lugar que se destruye y se inunda y que me sirve para narrar una historia desde una perspectiva amable. La idea es contar la historia desde un punto de vista ingenuo, como el que tienen los niños y con ellos consigo la complicidad que necesito para generar este nuevo espacio”. 

 

Sumergida junto a sus protagonistas en un “nuevo mundo” que se pinta entre las viñetas Ríos logra hacer reflexionar al lector sobre cuales son las bases necesarias para que una sociedad funcione y plantea la incógnita de la forma correcta de trabajar para generarla. 

 

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“Los niños son protagonistas de un relato en el que se tienen que volver adultos a la fuerza. En Anzuelo hablamos de una situación desesperada, de la extinción y de cómo comprender los espacios que nos rodean. Los protagonistas del relato no tienen las ideas preconcebidas que guían a los adultos ni la responsabilidad que tienen. Me sirve para que los niños reaccionen desde un punto de vista único y desde un amor más puro”.

 

Aunque lo que se ve entre las páginas de Anzuelo da miedo al principio poco a poco la reflexión sobre el grupo, la supervivencia y los valores de la amistad se van colando entre seres fantásticos, olas de más de cien metros y un escenario desolador en el que los protagonistas buscan sobrevivir y generar un espacio en el que puedan estar tranquilos.

 

Lo hacen desde la vitalidad del querer formar un universo nuevo y sin miedo a lo extraño que les rodea. “Creo que es una postura que me surge sola cuando escribo las historias. Me gusta meter a los protagonistas en un marco de historia que funciona como una metáfora en sí misma y desde el que puedo tratar temas costumbristas desde la estrategia”, señala la autora, quien cuela esta reflexión sobre quienes somos entre criaturas fantásticas. A lo largo de la lectura se desdibuja también un relato que va en contra de la violencia y en el que los valores humanos se abren paso por encima del terror.

 

Entre las acuarelas de Ríos y la vida nueva a la que se enfrentan Número, Lucio e Izma hay una historia de terror, de catástrofes y de aislamiento que no para de crecer y extenderse. Un relato en el que Ríos voluntariamente amplía el mundo que dibuja para generar una mayor sensación de aislamiento.

 

“Quería generar una historia que fuera más allá del clásico terror marino. La imagen del relato se fue desdibujando poco a poco para ir hablando del ensimismamiento, la intimidad y la soledad y de ahí fue poco a poco transformando el mundo de Anzuelo según mis necesidades creativas. El cómic se refina a través de sus personajes y cuando me pongo a escribir descubro cuáles son las reglas que necesitan para generar su propio mundo dentro de esta distopía”.

 

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Construyendo una caja de misterio que se lee entre las páginas Ríos deja espacio al lector para la reflexión. Anzuelo funciona como un espejo -y casi como una terapia- en la que el lector se planta ante la extinción y se plantea como lo habría hecho, no hay opción correcta. Generando una atmósfera de “inmersión” a través del cómic muestra a tres personajes protagonistas que podrían ser cualquiera de nosotros y que -con sus puntos fuertes y débiles- deben enfrentarse a un mismo “monstruo”. 

 

Lo hacen en un espacio generado por las manos de Ríos en el que ella misma decide los puntos de no retorno y las reacciones de quienes se aventuran en las páginas de Anzuelo. “Creo puntos de no retorno y me imagino todo tipo de situaciones que se modifican para moldear el relato y el mundo. Me interesa generar sinergias entre los protagonistas para ver hasta dónde pueden llegar y crecer esquivando el egoísmo y sin dañar a los demás”.

 

Con todo esto la autora funciona como una “diosa benevolente” que pone a sus protagonistas en situaciones límite pero les da herramientas para que puedan salir de los pozos en los que se meten. Para que vean la luz entre los colores pastel de sus páginas en las que el anzuelo es solo una herramienta y es el lector el que decide su uso. 

 

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