VALÈNCIA. Este fin de semana se ha dado por inaugurada la temporada de festivales de música con la celebración de una nueva edición del Festival de Les Arts, su décima. En la parroquia del indie se han reunido los feligreses de siempre. ¿Qué ha cambiado 12 meses después? La industria musical cambia constantemente, pero precisamente el Festival de Les Arts es el paradigma de una propuesta que, sin apenas cambios, sigue agotando entradas y reafirmando su hueco en la agenda cultural.
La noticia que ha sacudido la industria de los festivales de música es algo que sucedió hace meses (la compra de una red de festivales, Superstruct, por parte del fondo israelí KKR), que El Salto volvió a poner sobre la mesa hace unas semanas y ha medido la fidelidad de las escenas musicales a sus grandes festivales.
Superstruct fue absorbiendo algunas de las citas más importantes del calendario musical en los últimos años. The Music Republic fue una de aquellas empresas. La promotora gestiona propuestas tan eclécticas como el Arenal Sound, el FIB o el Viña Rock, entre otros.
La noticia de la compra del fondo israelí KKR a Superstruct se empezó a viralizar y ha acabado con una cascada de artistas anunciando su intención de no participar en ninguna cita organizada por la empresa a raíz del genocidio en Gaza.
Dos festivales han sido los principales afectados, Sonar y Viña Rock. Dos citas, igualmente, que responden a una escena y perfil de público concreto y a la que es capaz de permear una acción de boicot. Más de 30 artistas han cancelado su actuación en el Sonar, que ha tramitado devoluciones de entradas ante el cambio significativo de su propuesta. Muchos de los grandes nombre que podrían encabezar el Viña Rock ya han avanzado que no estarán. Los festivales han intentado amortiguar el golpe con diferentes comunicados que no parecen haber calmado las aguas revueltas.
Sin embargo, el indie español sigue en lo que, más que nunca, se podría llamar una burbuja festivalera. Ni los grupos ni el público parecen responder a esta llamada de boicot, así que la temporada no parece que vaya a estar amenazada más allá de estos dos incendios.
Pocas novedades en los carteles y en los formatos
Cuando llegó la primavera, ese grupo de letras pegadizas y apariencia rock seguía ahí, en todos los carteles de los festivales. El menú del día se repite este año con las apuestas seguras del indie. Los festivales apenas varían con un par de grupos revelación su propuesta.
Y es que este año los festivales siguen apostando todo a ser más una “experiencia” y no tanto un evento musical. En 2024 la gran novedad de estas citas musicales fue la posibilidad de “casarse” en el evento (lo propusieron tanto el Medusa como el San San).

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- Foto: ZEVRA/EP
A la espera de una nueva ocurrencia, lo que parece claro es que la nómina de grupos que visitarán los festivales de València no va ser diferente: Crystal Fighters, Ginebras, Viva Suecia, Lori Meyers o Fangoria, son algunos de los grupos que vuelven a encabezar carteles. Por su parte, los macrofestivales de pop y reggaeton proponen otros nombres como Jhayco, Omar Montes o Rels B, que comparten tanto el Zevra de Cullera como el Arenal Sound de Burriana.
Escapan de esta dinámica ciclos de conciertos con entrada individualizada para cada uno, como FAR o Nits Voramar, que no deja de ser el cartel que Conciertos de Viveros pudo ser y no es, con artistas como Los Planetas, Wilco o Jesus & The Mary Chain.
Por otra parte, otro año más, los festivales de música siguen sin repensar su formato, ni hacer “inteligentes” (una de las grandes campañas turísticas que ha justificado cuantiosas ayudas públicas), ni a avanzar, en definitiva. Las entradas se venden igual, con carteles similares, en un año que parece que, tras la pandemia, por fin se puede pasar el cepillo sin grandes sobresaltos.
Industria musical sin proyecto público
En julio de 2024, la industria musical valenciana dio un paso al frente con la publicación de un Anuario de la Música elaborado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie). El acto estuvo arropado por el President Carlos Mazón, que anunció por sorpresa la creación de una Dirección General de Industria Musical. El sector “por fin” se sentía escuchado.
Pero desde entonces, no solo no ha habido avances sino que, en todo caso, ha habido retrocesos. Tras el verano, la polémica del festival Som de la terreta, patrocinado millonariamente por Presidencia de la Generalitat Valenciana, hizo saltar cualquier avance en la concreción de la promesa de una Dirección General. Luego llegó la Dana, y se esfumó cualquier duda que pudiera quedar de que esa intención estaba enterrada.
Esta Dirección General también se creó con la intención de atender una realidad económica, cuando en los últimos años han demostrado que no hay una institución pública que pueda recoger el sentir de una industria tan diversa —ni el Institut Valencià de Cultura (IVC), ni Turismo, ni la misma Conselleria de Cultura, aunque los tres tengan interlocución con el sector.
A pesar de la promesa de José Antonio Rovira de poner en el centro la promoción de las “industrias culturales” y trascender la tarea de su departamento más allá de las subvenciones, a mitad legislatura, sigue sin haber un proyecto ni una estrategia que pueda resultar efectiva en estos términos. El sector lo sabe, pero la rentabilidad de sus propuestas les produce más resignación que urgencia alguna.
Sí ha presentado un proyecto para el sector el Ayuntamiento de València, que ha resucitado la estrategia València Music City, con el que se quiere aspirar a repensar las políticas culturales de la ciudad. Una promesa concreta y una radiografía ya hecha. El siguiente paso serán los hechos, y entonces se podrá evaluar cuánto beneficia a las empresas, cuánto al tejido creativo, y cuánto al público.

- Rototom 2023 -
- Foto: CARLOS PASCUAL
Una nueva realidad: los macroconciertos en estadios
Madrid y Barcelona han marcado el camino: las giras en estadios funcionan y son los nuevos huevos de oro de la industria musical estatal. València, que se había olvidado de los macroconciertos, relegados a la Plaza de Toros y alguna propuesta en La Marina, ha inaugurado una temporada de grandes conciertos en escenarios como el Ciutat de València, mientras que el Roig Arena precisamente hará de este tipo de eventos su objeto de evento musical.
El público está dispuesto a pagar por artistas que pasaban por festivales de manera individual, y las capitales ya mencionadas han disparado la recaudación gracias a este tipo de eventos. 2025 y 2026 también será el momento de medir qué impacto tiene en los festivales la posibilidad de una programación regular de grandes conciertos más allá de la temporada estival en València.
Datos que demuestran fortalezas y flaquezas
El Anuario de la Música de la Comunitat Valenciana ponía encima de la mesa los datos: la recaudación del sector, incluyendo los macrofestivales, alcanzó los 449,6 millones de euros en España y 62,4 millones en la Comunitat Valenciana, un crecimiento acumulado desde 2005 del 211,8% a nivel estatal y del 384,2% a nivel autonómico.
En cuanto a la aportación al PIB, en 2022 el sector aportó aproximadamente 2.000 millones de euros al PIB español, lo que representa el 0,16% del total nacional. En la Comunitat Valenciana, la contribución fue cercana a los 500 millones de euros, representando el 0,37% del PIB regional, generando además más de 10.000 empleos en la región.
El informe del Ivie destacaba la fortaleza de un sector cultural que sin duda parece ser la referencia en la Comunitat. Sin embargo, otros informes también daban otros datos que hacen matizar la radiografía.
Según el Anuario SGAE de 2023, los espectadores de los macrofestivales valencianos en el conjunto estatal suponen un 8,9%, un peso menor que la mayoría del otras manifestaciones culturales y que se ha estancado en los últimos años, a pesar de las políticas públicas y subvenciones agresivas que se han desplegado en los últimos años.
Por otra parte, el Anuario de Música en Vivo 2025 de la Asociación de Promotores Musicales (APM), daba otro dato preocupante: tomando como referencia los datos de 2019 (último año antes de la pandemia), mientras la recaudación se ha casi duplicado en España (de 382.596.238 a 725.609.673 euros), la Comunitat Valenciana aún no ha conseguido ni siquiera recuperarse del todo (de 58.919.820 a 48.465.425 euros).
De hecho, el mismo informe refleja que cada vez los conciertos y los festivales valencianos son menos estratégicos en el panorama estatal. Con estas dos velocidades que ofrecen los datos de recaudación, en solo seis años la Comunitat Valenciana ha pasado de aportar el 15,4% de la venta de entradas al 6,68%.
¿Y si la Comunitat Valenciana vive su propia burbuja, en una especie de día de la marmota con carteles, promesas y formatos cíclicos, que siguen funcionando pero que se conforman sin avanzar?