Cuando nos conocimos hace tres años enseguida hablamos de ostras. Entonces ya me contó la idea que tenía de montar una ostrería. En muy pocos minutos de conversación detectabas la pasión que sentía por estos moluscos. Ese amor bivalvo quería compartirlo con todo el mundo, por eso ya entonces organizaba catas y había montado un servicio de catering para fiestas y eventos donde servía varias clases de ostras, a pelo o aliñadas. 

Desde hace cinco meses, Andrés ejerce esa labor divulgativa desde su propio local. Allí, en una espaciosa sala que también sirve como reservado, continúa con las catas, los cursos y los eventos, pero ahora cualquiera puede entrar al restaurante y probar media docena de Fine de Claire, ostras del Delta del Ebro o las más desconocidas ostras irlandesas. Depende del día, pero en Ostrarium suelen tener una decena de tipos de ostras diferentes. 

A esto hay que añadir, una estupenda selección de salazones, conservas y ahumados, quesos, chacinas (para los raritos a los que no les gusten las ostras), y algunas tapas frías y calientes. A mediodía tienen un menú de 12 euros muy convincente. El local es bonito y el equipo amable y siempre dispuesto a contarte las peculiaridades de cada ostra.  Me alegro de que, algunas veces, lo sueños se cumplan.