Comunitat Valenciana

Análisis VP

Vox ya es un partido del sistema

Los problemas con los tránsfugas, la estrategia con las enmiendas a los presupuestos, su mano blanda con Mazón en la gestión de la Dana... la manera de afrontar las distintas vicisitudes ponen de manifiesto que su manera de funcionar es igual de pragmática que la de los grandes partidos que suelen criticar

  • Abascal, junto a varios dirigentes valencianos de Vox en una visita.
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VALÈNCIA. "Sentido común". Este es un concepto que maneja con cierta asiduidad el presidente nacional de Vox, Santiago Abascal, así como muchos dirigentes de su partido. Por ejemplo, cuando Donald Trump ganó las elecciones manifestó públicamente: "En EEUU ha ganado la revolución del sentido común. Ganará en España también". Es sólo un ejemplo, pero expone con claridad una de las esencias de esta formación, que consiste, como explicaba en una reciente entrevista la politóloga Anna López en este diario, en presentar "una solución de forma aparentemente simple a problemas grandes y complejos".

Una estrategia que se resume en esas dos palabras "sentido común", que resultan especialmente sencillas de pronunciar para cualquier partido que no haya capitaneado un gobierno. De hecho, la espantada que Abascal decidió acometer en julio del año pasado con el abandono de los cinco gobiernos autonómicos que compartía con el PP, probablemente no se debió en su totalidad a la razón esgrimida, que fue la discrepancia con los populares en materia de inmigración, sino que también tenía una parte de problemática centrada en formar parte de gobiernos y tener que gestionar; lo que suele empujar a contradicciones (nunca puede hacerse todo lo que uno quiere cuando se gobierna, especialmente en coalición), falsas promesas (se evidencia que lo anunciado en campaña no se puede ejecutar) o riesgos de todo tipo (no siempre se tienen las personas adecuadas para gestionar o comunicar).

¿Qué beneficios tenía para Abascal cogobernar en cinco autonomías junto al PP? Vox es una marca de carácter nacional con una organización centralizada al máximo: tanto es así que muchos cargos regionales son ocupados por 'paracaidistas' enviados desde Madrid u otras zonas de España que informan directamente a Bambú (calle donde se ubica la sede de Vox en la capital). Todo pasa por la cúpula y la maniobrabilidad para decidir desde las estructuras locales o provinciales es mínima; la comunicación, en general, tiene su punto fuerte en las redes sociales, prescindiendo a menudo de los medios locales; la estructura territorial es secundaria y, en definitiva, todo se fía al impulso de un líder todopoderoso y a una marca con tirón, cuya ideología además está respaldada en la actualidad por otras fuerzas europeas y americanas. Así, respondiendo a la anterior pregunta: posiblemente, cogobernar en cinco autonomías con el PP era, para Abascal, más fuente de problemas que de beneficios. Especialmente cuando las contradicciones surgidas de la gestión autonómica le impidieran esgrimir el "sentido común" como mantra general.

Ahora bien, el crecimiento de un partido y su aumento de representatividad conlleva complejos e inevitables problemas que son los que termina arrastrando cualquier gran fuerza política. Es así como se va llenando la denominada 'mochila': por ejemplo, el PSOE, con 146 años de historia y muchos gobiernos a sus espaldas, remolca una pesada carga; algo que también le ocurré al PP con también diversos lustros en el poder. Es fácil recordarles lo que hicieron mal y señalar sus contradicciones, e incluso lograr difuminar o arrinconar lo que hicieron bien; sobre todo si el partido que acusa nunca ha llevado el peso del gobierno. Una estrategia esta que también utilizaron en su día Podemos o Ciudadanos, por utilizar ejemplos recientes. 

Pero Vox, aunque saliera de los gobiernos autonómicos, ya ha adquirido un tamaño y relevancia que conlleva situaciones en las que también se carga -levemente, eso sí- su propia mochila. En la Comunitat Valenciana, por ejemplo, puede apreciarse que el partido de Abascal lidia con situaciones que son propias de los grandes partidos o de las formaciones con fuerte representación, aunque débil estructura. La fuga de varios concejales de distintos municipios en los últimos días por diversas causas, pone de manifiesto el crecimiento en cierto modo descontrolado de un partido que diseña listas e incorpora sin que, a la vista de estas deserciones, haya una comprensión de los valores reales o directrices en el mismo. Esto, por lo que ya han pasado y todavía pasan muchos grandes partidos, provoca situaciones incómodas -se ha visto en el Ayuntamiento de València- y obliga a decisiones duras, que da igual cómo se resuelvan, puesto que evidencian que, en este caso Vox, tiene los mismos problemas que cualquiera y los soluciona de similar manera.

  • José María Llanos (Vox) y Carlos Mazón (PP), se saludan en Les Corts. Foto: EP/Jorge Gil

De la misma forma, el juego que práctica Vox de negociación con el PP en las enmiendas a los Presupuestos y a la Ley de Acompañamiento, no dista de la que practica cualquier formación política. El oxígeno prestado al presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, con el preacuerdo para las cuentas, está bendecido por Bambú, que ha disfrutado estas semanas señalando reiteradamente que el líder del PPCV poco menos que ha visto la luz y se ha convertido en una persona razonable aceptando sus postulados sobre menores migrantes o su escepticismo sobre las políticas verdes europeas. Unas cuestiones que importan mucho a Vox en el ámbito nacional como herramienta de disputa contra Pedro Sánchez, pero también con Alberto Núñez Feijóo (PP), pero que no tienen una huella especialmente valenciana. De la misma manera, dentro de este juego de pactos, al partido de Abascal no le interesa -al menos de momento- poner en duda la versión oficial sobre lo que hizo Mazón exactamente la tarde de la Dana, aunque parecería de "sentido común" para un partido que se autodenomina valiente como Vox, querer llegar a la verdad del asunto, o al menos poner empeño en confirmarla. Desde un punto de vista estratégico, todo parece indicar que al partido de Abascal le conviene estirar la "vida" política del jefe del Consell con una respiración asistida cuya electricidad dependa de Vox, por lo que esto explicaría la vehemencia en determinadas cuestiones y la laxitud en otras.

En cualquier caso, lo que resulta en cierto modo evidente es que la Comunitat Valenciana no es especialmente importante para la dirección nacional de Vox desde un punto de vista territorial, histórico o emocional. Para Vox, lo que cuenta es España y el Gobierno central; dado que las autonomías son un mal innecesario que deberían ser suprimidas o, como mínimo, vaciadas de competencias -esto figuraba en su programa electoral-. Esto hace que toda cuestión que suponga un problema para los valencianos sólo lo será para Vox si puede servir como ariete contra el inquilino de La Moncloa, en este caso, Pedro Sánchez. Esto resulta, en términos tácticos, muy ventajoso puesto que permite a los dirigentes valencianos del partido aplicar el trazo grueso a su tarea política, y dedicarle menor tiempo y esfuerzo a los problemas más locales, siempre farragosos y generalmente con menor impacto. Un escenario que evidencia un pragmatismo y modo de actuar por parte de Vox que, en este caso, aplica el "sentido común" que ya emplean otras grandes formaciones políticas -a las que critica- desde hace décadas, lo que le convierte en una fuerza política ya plenamente integrada en el sistema que, al mismo tiempo, repudia.

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