Cuando despertó, los maceteros todavía estaban allí.
Qué pena no ser Monterroso para dar por acabado aquí el artículo más breve del mundo sin que los lectores se sientan engañados. En cualquier caso, es un buen resumen, por si alguien no desea seguir leyendo.
Entre tanto ruido político y mediático, esta semana hemos tenido una muy buena noticia: nuestro artista vivo más internacional, Manolo Valdés, tendrá un museo en València, el Espai Valdés. Un punto a favor de María José Catalá, que da la sensación de que se ha puesto a pedalear en cuanto ha visto a Pilar Bernabé coger la bici para las elecciones municipales de 2027.
Es obvio que el torrente de anuncios que han acompañado la proclamación de Bernabé no son flor de un día, son proyectos en los que se venía trabajando y que Catalá ha considerado oportuno hacer públicos coincidiendo también con el ecuador de la legislatura, que es cuando se hace un primer balance de lo que una alcaldesa ha hecho o ha dejado de hacer.
Cuando no hay mucho de lo que presumir, los gobernantes suelen echar mano de los renders que les presentan los adjudicatarios de sus proyectos, esas representaciones visuales en 3D que muestran lo que resultará de una obra arquitectónica o urbanística.
A los políticos y a los periodistas nos gustan los renders tanto como a los promotores que quieren vender pisos o convencernos de las bondades de un PAI cuestionado como el de Benimaclet, porque entra mejor por los ojos una simulación en 3D que un plano en 2D.

- Figuración del PAI de Benimaclet.
- Fuente: METROVACESA
Con los renders, los políticos venden ilusión y los periodistas ilustramos las noticias con imágenes agradables, aunque muchas veces tengan más trucos que un caleidoscopio: esa vegetación selvática; esos arbustos que crecen en los alcorques como si el ayuntamiento no fuera a mantenerlos limpios; esos edificios blancos o traslúcidos; esas aceras surcadas de vegetación; esas avenidas vacías de coches pero llenas de niños jugando y vecinos paseando al perro; esa pátina final que da un tono verdoso a toda la imagen; ese verde que te quiero verde...
Un render cuesta diez minutos de hacer, o quizá menos con la IA, y un proyecto urbanístico lleva años terminarlo, a veces más de cuatro, que es lo que dura una legislatura.
A Catalá le quedan menos de dos años para inaugurar cosas –desde finales de marzo de 2027 ya no podrá hacerlo porque lo impide la ley electoral– y, aunque parezca mucho tiempo, no lo es si tenemos en cuenta que algunos de los proyectos anunciados no están ni licitados.
Sí terminará a tiempo Pérez Galdós, que acaba de adjudicarse, pero tendrá que pedalear mucho en otros que tiene sin licitar, obras que pueden alargarse más de 18 meses con las que se arriesga a llegar a la campaña electoral con barrios patas arriba: la reforma de San Agustín y la avenida del Oeste, el Parque de Desembocadura, el propio Espai Valdés, el Parque de Monteolivete.

- Render de la futura avenida Pérez Galdós.
- Foto: AYTO. DE VALÈNCIA
El proyecto de bulevar García Lorca se apunta como campo de batalla entre Bernabé y Catalá –sin olvidar a Papi Robles y Compromís, segunda fuerza ahora mismo en el consistorio–, pero es una batalla de renders, ya que no es una obra para inaugurar esta legislatura sino la siguiente.
Y queda la madre de todos los proyectos, la reforma de la plaza del Ayuntamiento, que ya no da tiempo a acometer, estando por medio las Fallas de 2026, más que para un lavado de cara. Dice la alcadesa que se ejecutará por fases, que no es mala idea, pero llegará tarde porque se ha perdido demasiado tiempo en repensar el proyecto que dejaron Joan Ribó y Sandra Gómez.
La alcaldesa de València alega que el incendio de Campanar y la Dana han condicionado la planificación de los dos primeros años de legislatura al haber alterado las prioridades, pero eso los vecinos no lo recordarán cuando hagan balance de lo que se ha hecho en la ciudad y en su barrio.

- Foto: AYUNTAMIENTO DE VALÈNCIA
Giuseppe Grezzi anda presumiendo –con razón– de que sus maceteros verdes tan criticados en su día –también con razón– siguen donde él los puso. Los maceteros poligoneros son algo más que un adorno coent en una plaza inacabada, son el símbolo de aquello que Catalá combatía cuando aspiraba a la alcaldía.
Es algo que los votantes van a tener en cuenta en 2027: si después de cuatro años, cuando despertaron para volver a las urnas, los maceteros todavía estaban allí.
PS: A propósito de la ayuda del Gobierno de 100 euros para las gafas o lentillas de niños y niñas hasta los 16 años, no he visto al PNV pedir una reunión de la Comisión Mixta del Concierto Económico para negociar un aumento del Cupo y su equivalente navarro. No han dicho nada de que las gafas de los niños vascos y navarros se vayan a pagar con los impuestos de todos los españoles excepto de los contribuyentes vascos y navarros. Ellos, que no perdonan ni una.