VALÈNCIA. El director de cine y documentalista Hernán Zin (Buenos Aires, 1971) tiene decenas de apellidos. Es reportero de guerra, escritor, “hijo del mundo” y productor. También se considera humanista, y es orgulloso padre de su perrita Joy, un shiba con pelaje color melocotón que le sirve como perra terapia y que desde hace más de tres años no se separa de su lado. Ahora, acompañado de Joy, ha viajado a València para recibir el premio honorífico Pau i Justícia del Humans Fest. Un galardón que le viene dado por su incansable labor por contar la realidad de los conflictos armados desde dentro, armado de su cámara con mucho valor y viviendo entre los protagonistas de sus films durante meses e incluso años.
Zin ha trabajado en más de ochenta países de los cuatro continentes en los que ha rodado más de cuarenta documentales, entre los que destacan Villas Miseria (2009), La guerra contra las mujeres (2013) o Morir para contar (2018). También se ha alzado con dos premios Forqué por Nacido en Gaza (2014) y Nacido en Siria (2017) y ha sido nominado también a los Grammy Latinos, los premios Emmy y los Goya. Con esta trayectoria, confiesa que un premio como el del Humans Fest, que precisamente se centra en su labor por la “paz y la justicia”, le hace especial ilusión. Tras recibir el galardón, se reúne con Culturplaza para hablar sobre su manera de documentar los conflictos armados desde dentro, cómo ve el mundo tras haber vivido en tanto “caos” y su relato dentro del conflicto de Palestina.

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- Foto: PAULA CABEZA (DIAPASÓ)
-¿Cómo recibes este galardón que premia no solo el cine, sino también la labor social?
-Me parece magnífico porque el cine hace falta para retomar las humanidades. Nos hemos vuelto una sociedad muy tiranizada por las pantallas negras en las que se ha perdido la humanidad. Para mi el Humans Fest aboga por la humanidad y el cine ayuda a contar esa parte del relato que hay tras las pequeñas historias. Contar estas historias nos ayuda a recuperar la comunidad, las acciones humanas y generar diálogo.
-¿Consideras que esa sociedad tiranizada por los móviles se somete menos a las imágenes incómodas?
-Creo que las redes sociales alienan mucho y que estamos en un sistema en el que primero hay que pesar como vivimos y luego rebelarnos. Las redes son muy de palabras pero lo que es necesario es tomar la acción por completo.
-Sin embargo, las redes sociales también pueden tener una labor “positiva” en el relato de los conflictos armados. Gracias a TikTok se puede acceder a un relato en primera persona desde el lugar de los hechos, tristemente.
-Es crucial porque en Gaza desde el día uno no dejan pasar a periodistas extranjeros. Estas imágenes grabadas en primera persona son más propias del documentalista y ayuda a ver al resto del mundo que allí están sufriendo. Creo que venimos condicionados de la narrativa de los medios tradicionales, pero hay quienes deciden contar la historia a su manera, esa es la gente que me da esperanzas.

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- Foto: PAULA CABEZA (DIAPASÓ)
-¿Cuál consideras que es la narrativa de los medios tradicionales?
-Una que está totalmente amordazada por los gobiernos. Las redes gozan de un poco más de libertad y su público es la gente joven, que es a la que tenemos que dirigirnos. El periodismo y los medios están muertos, y el cine está en peligro de extinción. El cine tiene que reinventarse para tratar de comunicar historias humanas.
-¿Cuál consideras que es la forma ética de contar estos relatos?
-Metiéndote en la piel de quien sufre y teniendo empatía. Entendiendo que estamos todos en el mismo planeta y que el destino es común para todos. Todos tenemos que luchar y levantarnos por los que no pueden hacerlo, es una idea que nunca abandona mi cabeza. Tiene que pesar más la humanidad que el dinero si no queremos tener una sociedad de imbéciles, que ya son quienes nos gobiernan.
-¿Cuál es el peligro de las grandes élites?
-Que son unos sociópatas y psicópatas. Para estar en un lugar con poder tienes que matar la empatía o nacer directamente sin ella. Yo llevo más de veinte años criticando a personalidades como Elon Musk, que para mí reflejan la banalidad del mal y que tiene mucho peligro por el altavoz que tiene.

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- Foto: PAULA CABEZA (DIAPASÓ)
-Y a veces se le da ese altavoz a “todólogos” que llenan las tertulias de polémicas
-Ya no consumo televisión porque me enerva, pero nunca trabajan con personas que sepan lo que es realmente el conflicto. Interesa el dinero, dar trescientos euros a cada tertuliano y hacer un show. Muchas veces, salga la conclusión que salga, no hay una respuesta social clara contra nada.
-Cómo cuando hace unas semanas Israel estuvo a punto de ganar Eurovisión al recibir 297 votos en el televoto. No solo no se condenan sus acciones, sino que además parece que a veces se premian.
-Está ocurriendo un genocidio y aún hay personas que deciden no pronunciarse sobre ello. El silencio de Europa es parte más de la masacre. Importa más la gente que tiene el poder que la humanidad. Yo siempre estoy del lado de los oprimidos y estoy harto de recibir amenazas de muerte por cualquier cosa que hago. Llevo veinte años pidiendo sanciones y pidiendo que se meta a presión a Ehud Olmert -ex primer ministro israelí- porque es un criminal de guerra.
-¿Cómo se puede luchar por Palestina?
-Presionando a los gobiernos, persiguiendo a los criminales de guerra como se hizo en Bosnia y organizando un enorme boicot. También con el cine, las historias y dando voz a su situación.
-¿Cómo ayudas a dar voz a este relato a través del cine?
-Ahora mismo, con el estreno de We Are All Born in Gaza, mi nuevo largometraje que se estrenará en octubre. Pone el foco en cómo lo que pasa en Palestina nos va a repercutir a todos. Ya se demostró con la covid y su posterior crisis, que nos afectó a todos por completo. Aunque hay gente que mire hacia otro lado, lo que sucede en Palestina va a rebotar a todo el mundo; en lo económico, social y emocional.

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- Foto: PAULA CABEZA (DIAPASÓ)