En un informativo de un medio al que se le tilda de conservador o de centro derecha escucho: «Carlos Mazón no dimite a pesar…». Son varios referentes mediáticos de este ámbito los que han ido pidiendo su cabeza, pero en otro sector mediático, de derechas y de extremo populismo, mantienen su fe inquebrantable en el dirigente. Claro, hablamos del ecosistema mediático que ha regado con… cariño, el presidente. Porque Carlos Mazón tiene su red, y luego, a la familia.
Es cierto que todo cargo político tiene su momento de prueba. Para Mazón, este llegó con la Dana de finales de 2024, que dejó a la Comunitat Valenciana sumida en el caos. El Partido Popular, con Alberto Núñez Feijóo a la cabeza, le ofreció un respaldo inicial, aunque con un ojo puesto en la prensa y otro en las encuestas. Sobre todo, en esas. No fuera a ser que el desastre se convirtiera en un escollo demasiado incómodo. Lo de pensar en las víctimas y en los afectados quedaba en otro plano. Indignidad. Asco.
Los otros también hacen eso —pensará el lector polarizado—. Sí —respondo—. Qué decir de Pedro Sánchez, pero aquí estamos hablando de la miseria política de otros, de los que han jugado y mentido con versiones distintas sobre lo que hizo Mazón aquel día, y de un Núñez Feijóo que, en un programa de Telecinco, dijo que el Partido Popular tomará la decisión «más oportuna» con Mazón, porque su objetivo es «gobernar en Valencia». Joder.
El caso es que el partido respaldó, con la boca pequeña, a Mazón en los primeros meses. «Ha dado explicaciones y de la reconstrucción dependerá su continuidad», aunque en privado se deslizaran ciertas dudas. No es la primera vez que la familia política respaldaba a uno de los suyos con un entusiasmo más bien templado. Los meses pasaron y las críticas se intensificaron. El Gobierno de Mazón no parecía estar a la altura de la reconstrucción porque, en realidad, estaba volcándose en salvar el culo al jefe de lo que, en el futuro, podría ser un vía crucis judicial. El respaldo del Partido Popular empezó a enfriarse. Feijóo comenzó a lanzar mensajes de apoyo que sonaban más a advertencia velada: «Todos lo hicieron mal, estaba noqueado». En términos cinematográficos, Carlos Mazón se encontraba en ese punto en el que el protagonista comienza a notar que sus aliados empiezan a evitar su mirada en la mesa del club social.
Mientras tanto, en Génova pensaron en cómo reemplazarlo. Querían quitarse de encima a Mazón, su mala gestión les arrastrará a ellos en las encuestas, pero la operación era demasiado compleja: el elemento Vox desestabilizaba las opciones. Negociar con ellos la sustitución del alicantino era peor que mantenerlo.

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Y como en cualquier historia de supervivencia política, Mazón entendió que necesitaba mover ficha. Y lo hizo pactando con Vox los presupuestos de la Generalitat de 2025. Consciente de que la familia política valora, sobre todo, la capacidad de conservar el poder, decidió asegurarse el control del parlamento autonómico, aunque eso supusiera abrazar algunas políticas más escoradas a la extrema derecha de lo que en Génova se sentirían cómodos reconociendo en público.
El acuerdo con Vox se vendió como un acto de pragmatismo. Porque, al fin y al cabo, ¿qué es la política sino el arte de hacer lo necesario para sobrevivir? En la política, como en las pelis de mafiosos, lo importante no es la ideología, sino la lealtad y la capacidad de cerrar acuerdos que permitan mantener el control del territorio.
Y fue entonces cuando ocurrió la transformación. Donde antes había cautela y distancia, ahora había discursos casi encendidos de apoyo. Feijóo y la cúpula del Partido Popular, que semanas antes parecían dudar de la criatura política de Pablo Casado y Teo García Egea en Valencia, ahora lo defendían. Por supuesto, la lealtad dentro de la familia política es un concepto flexible. Hoy eres el protegido, mañana puedes ser el chivo expiatorio.
La historia de Mazón nos recuerda que, en política como en las películas de mafiosos, la cuestión no es ser el más querido, sino el más necesario. Y este ha tomado decisiones arriesgadas demostrando que está dispuesto a hacer lo que haga falta para conservar el poder.
La gran pregunta es cuánto durará este apoyo. Porque en la política, como en el crimen organizado, la fidelidad es volátil. Y si algo nos han enseñado las grandes películas del género es que el mayor peligro no viene de los enemigos externos, sino de aquellos que, en algún momento, te dijeron que eras como un hermano para ellos.

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* Este artículo se publicó originalmente en el número 125 (abril 2025) de la revista Plaza