Tras el desastre del 29-O, en un país normal cabría esperar que la clase política se hubiera molestado en centrarse en los problemas de los ciudadanos, y no tanto en sus propios problemas vinculados con el "relato" y la "narrativa" de cada uno de los partidos políticos involucrados en la gestión del desastre o en la ausencia de la misma. Pero no es lo que sucedió. Ni hubo unidad, ni empatía, ni decisiones enérgicas. Hubo, y hay, una absoluta desidia y desinterés de las distintas istraciones públicas (o del liderazgo político de dichas istraciones, para ser precisos) respecto del desastre, las víctimas y la reconstrucción. Todos estaban muy interesados en aparentar que todo lo relacionado con este asunto era su máxima prioridad, pero nadie actuaba, en su acción política ni en sus decisiones, como si así fuera.
Así, pasados seis meses del 29-O, ha sido Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, la primera dirigente política relevante que se ha reunido con las asociaciones de víctimas. Que les ha escuchado y se ha interesado por ellos, durante más de una hora de reunión. Que ha mostrado una mínima empatía e interés por ellos.
No es que lo que ha hecho von der Leyen sea algo excepcional; de hecho, ha tardado bastante en reunirse con las asociaciones de víctimas, dada la enorme dimensión del desastre en todos sus órdenes. Pero, como de costumbre, aquí hemos de evaluar los hechos por comparación. Y la comparación con el proceder de las istraciones nacional y autonómica y sus máximos dirigentes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el president de la Generalitat, Carlos Mazón, resulta clamorosa.
Por razones que no vamos a reiterar aquí, es evidente que la carrera política de Carlos Mazón terminó el día de la dana. Por sus decisiones y por su desaparición. Aunque después de ese día hubiera actuado con celeridad y acierto, la losa de lo sucedido aquel día, en parte por su causa, sería demasiado pesada. Pero es que, además, su lamentable actuación posterior se ha venido sumando a lo anterior. Mazón se ha convertido en una figura insostenible para los ciudadanos (también para muchos que le votaron), para la istración autonómica valenciana y, naturalmente, para su propio partido, tanto en la Comunitat Valenciana como en el conjunto de España. Mazón es un lastre político y electoral para todos ellos.

- Carlos Mazón en una imagen de archivo.
- Foto: ROBER SOLSONA
De ser así... ¿Por qué no ha dimitido o le han obligado a dimitir? Todos lo sabemos también: no es nada fácil desembarazarse de Mazón si él no está dispuesto a irse; y aunque lo estuviera, es aún más complicado sustituirle, teniendo en cuenta que el PP no cuenta con mayoría absoluta y ha de contar con la aquiescencia de Vox. Y sin ella, la operación para sustituir a Mazón podría culminar en un adelanto electoral, que es lo último que quiere el PP ahora mismo, porque puede encontrarse una tormenta perfecta en la que pierde la Generalitat y además Vox recorta significativamente distancias por la hegemonía en las filas dela derecha.
Por ese motivo, llevamos meses con el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, amenazando, pero sin consumar; apuntando, pero sin disparar. Sin que se sepa si la escalera de Mazón sube o baja, aunque esté claro que se trata de una escalera en la que Feijóo no quiere permanecer con él ni loco; todo muy gallego, muy poco decidido. Mazón es tóxico, pero más puede serlo después de muerto, como el Cid, si el PP pierde la Comunitat Valenciana en vísperas de unas hipotéticas elecciones generales (por supuesto, y como puede verse, todo esto tiene que ver con consideraciones políticas de lo que conviene al PP y más concretamente a Núñez Feijóo en términos electorales, y nada con el interés de los ciudadanos o la gestión de la dana, que eso ya está visto que constituye una molestia para nuestros amados líderes políticos).

- Albert Núñez Feijóo en una imagen de archivo.
- Foto: EDUARDO MANZANA
Pero ahora, por fin, parece que Feijóo ha decidido quitarse de encima a Mazón, no vaya a ser que los múltiples problemas, en todos los órdenes, que afectan últimamente al Gobierno de España (incompetencia en la gestión del apagón, casos judiciales en marcha, debilidad parlamentaria, filtraciones de mensajes comprometedores, y un largo etcétera) conduzcan a un adelanto electoral. Y en dicho adelanto, a ojos de todo el mundo y como hemos comentado, Mazón constituye un clarísimo lastre en las perspectivas electorales del PP.
Estaba claro desde el principio que intentarían librarse del president de la Generalitat antes de que dichas elecciones se convocaran. Cuando parecía que la cosa iba para largo, Mazón respiraba; ahora que parece que no, se filtra a los medios afines que su caída es inminente, para este verano, por si acaso lo sucedido el 29-0 y en los meses siguientes o las imágenes de Mazón siendo abucheado allá donde va no constituyeran suficiente evidencia de que no iba a seguir ostentando el puesto en el largo plazo.
En todo caso, quiero ver eso de Mazón aceptando irse y a Vox aceptando un candidato que tenga alguna posibilidad de mantenerse; porque si fuera por Vox, volvería a investir a Mazón, el mejor candidato imaginable para sus intereses, esto es: el peor para el PP y para la Comunitat Valenciana.