Hace no tanto hablaba de cómo hemos conseguido asimilar como normales las barbaridades que comete Israel de forma continuada e impune porque el decimoquinto hospital bombardeado nunca impacta igual que el primero. Tampoco nada de lo que hagan ya podrá sorprender de la misma forma ante el argumento de que ni siquiera es lo peor que ha ocurrido hasta ahora, porque hemos entrado en el punto donde todo resulta digerible, e incluso esperable.
En este contexto, Israel ha abordado en aguas internacionales un barco con voluntarios que llevaban ayuda humanitaria a Gaza, arroz y leche en fórmula para alimentar bebés, en un esfuerzo simbólico que apenas hubiera resuelto nada para una población que empieza a morir de hambre antes de que los soldados israelíes puedan "terminar el trabajo", que diría cierto presidente de los Estados Unidos.
Por supuesto, después de desplegar su mayor arsenal tecnológico para conducir a la fuerza al barco y sus tripulantes a un puerto israelí, estos fueron llevados a un centro de detención y devueltos a sus respectivos países lo más rápido posible. Pese al recorrido mediático que ha tenido la expedición debido a la presencia de Greta Thunberg, lo cierto es que tampoco creo que haya despertado demasiadas conciencias por la suspensión de la capacidad de sorpresa que antes comentábamos. Aquí paz y después gloria, podrían decir los mandatarios israelíes mientras chasquean las manos.
Lo que me parece realmente insultante es que aprovechen el secuestro para vender su propio discurso, pues llevaron a los pasajeros capturados a una sala para ver un vídeo con los ataques de Hamás del 7 de octubre.
No nos engañemos, ni siquiera los altos cargos sionistas son tan cínicos como para creer que los actos de Hamás hace ya más de año y medio vayan a convencer a los voluntarios de que hay que dejar morir de hambre a la población civil de Gaza. Se trata de un acto de pura propaganda con tintes de crueldad, pues una proyección de ese tipo de atrocidades debería considerarse como un instrumento de tortura. Además, manda el mensaje claro de que en ese momento están en manos del ejército israelí y pueden hacer con ellos lo que quieran. Recordemos que solo se trataba de un intento de activistas internacionales de llevar alimentos a un pueblo desnutrido que está perdiendo a sus bebés a fuerza de hambre.
El siguiente punto sería elevar la tortura hasta que reconozcan su error y pidan a gritos la absolución por sus pecados"
No queda otra que buscar puntos de referencia en el cine porque tan solo la ficción distópica puede siquiera acercarse a ejemplificar estos gestos de ausencia de humanidad. De hecho, la escena casi parece inspirada en La naranja mecánica de Kubrick, a falta de los alambres en los ojos. El siguiente punto sería elevar la tortura hasta que reconozcan su error y pidan a gritos la absolución por sus pecados.
También recuerda sobremanera a la violencia obstétrica que se produce en muchos casos cuando fuerzan a una madre que quiere abortar a escuchar los latidos del feto. Aquello, sin ser ni mucho menos defendible, al menos obedece a un convencimiento real de esas personas. Esto, en cambio, solo busca apuntarse un tanto para Israel y mandar un aviso para todo aquel que piense siquiera en hacer algo parecido.
Tampoco podemos olvidar que la propaganda sionista funciona tanto a nivel externo como interno, por un lado buscando el apoyo forzado (o la menor intervención posible) de la comunidad internacional al tiempo que pretende motivar a su propia población civil y militar de que el enemigo sigue presente y es más peligroso que nunca. Si se esfuerzan lo suficiente nadie se acordará de las atrocidades que ellos mismos están cometiendo día tras día.
Me duele pensar que pueda ser necesario a estas alturas, pero me temo que necesitaré explicar lo evidente. El 7 de octubre se cometieron actos desgarradoramente dolorosos, acciones violentas de extrema crueldad y sin justificación posible. Conviene reconocerlo sin ambigüedades. Ahora bien, ese no es motivo para planear la masacre y el exterminio de una población al completo con el objetivo de adueñarse de su territorio.
Podríamos también entrar a recordar la invasión silenciosa que estaba perpetrando Israel antes de aquel día fatídico o el hecho de que las autoridades tuvieran conocimiento de que iba a producirse un ataque el 7 de octubre, pero eso lo dejaremos para otro día.
Mientras tanto, confío en que las referencias cinematográficas comiencen a alejarse del mundo distópico y podamos encontrar refugio en otras creaciones como la parte final de La lista de Schindler. El resto de la película, me temo, llegamos ya tarde para evitarlo.